Cazador de sueños, moviéndote en la fría noche, sin alma ni sentimientos, con un corazón oscuro que jamás vera el sol.¿Cuándo decidiste robar algo más que mis ilusiones?La luna brillaba desde el cielo encapotado, atravesando con su alo de luz las densas nubes y creando así, lentamente, las sombras que alimentaban las pesadillas de los niños dormidos.Las estrellas se apagaban a tu paso, y la oscuridad se cernía sobre tu figura.Entraste por un resquicio abierto de mi ventana, acercándote a mi, tan silencioso como la misma noche, pero ni siquiera la tenue luz de la luna conseguía superar el resplandor de tu pálida piel.No sabia quien eras, ni siquiera me importó...Te acercaste silenciosamente, sin alterar a la noche con innecesarios ruidos, sólo mi agitada respiración perturbaba la oscuridad. Inclinándote levemente me secaste con un gesto dulce las amargas lágrimas que durante toda la noche habían humedecido mis mejillas. Me observaste largamente, con cariño, con deseo, disfrutando de tu ya asegurado triunfo. Tus ojos, empapados de tinieblas, recorrieron mi rostro, seguidos por una de tus pálidas manos, que acarició mi cara con mas dulzura que la de cualquier persona pudiera ser capaz de crear.Mi mano te buscó indecisa, con vacilación, sin creerme que estuvieras allí y que, al tocarte, no te desvanecerías en la incertidumbre como cualquier otro de mis inútiles sueños. Sin previo aviso unos finos dedos recorrieron mi brazo suavemente, apresando los míos al final. Pedí quedamente poder disfrutar de la tibia sensación que me embriagaba por dentro, y como si lo hubieras escuchado te limitaste a sostener mi mano unos minutos, sin dejar de mirarme ni siquiera un instante.Te desprecio, te aborrezco, te odio como jamás pensé que mi corazón sería capaz de odiar sin llegar a quebrarse...¿Por qué solo sabes herir?..., quitando las ilusiones, robando los sueños a seres inocentes...Pero conmigo, fallaste. Pese a que me despojaste de mis ilusiones, a la vez me diste una nueva, tan fuerte tan intensa, tan imposible, que jamás serás capaz de robar...Sin soltar mi mano te acercaste lentamente, hasta que tu aliento acarició suavemente mi nuca, haciéndome así estremecer involuntariamente. Inesperadamente temerosa a que el sueño se disipara cerré aun más fuerte los ojos, evitando a toda costa abrirlos. Sólo la piel erizada y mi agitada respiración hacían evidente que había traspasado el umbral de los sueños...Con media sonrisa en el rostro te acercaste lánguidamente para, al final, posar suavemente tus labios sobre mi cuello. Abriste la boca sin despegar los labios de mi piel... después sólo pude sentir como tus afilados colmillos atravesaron mi piel y tu, anhelante, te llevaste mi sangre sin esfuerzo.De repente mi cara se convirtió en una mueca de dolor, sin dar lugar en ella a la sorpresa que de repente me invadía.Un dolor lacerante se expandía desde tu mordedura, en donde parecía que la piel me empezaba a arder provocando así un sufrimiento cada vez más insoportable.Me retorcí en la cama, casi sin fuerzas. El quemazón se extendió ocupando todo mi cuello, y rápidamente mi sangre pareció convertirse en el mismo fuego que me abrasaba lentamente.En vez de un grito sólo un débil gemido salió de mi boca. A cada segundo que pasaba mi respiración se volvía más entrecortada, y cada bocanada de aire me dolía inimaginablemente, haciéndome desear que fuera la última.Mi mano se aferró a la tuya con fuerza, clavando, sin querer ,mis uñas en tu piel ,pese lo que tu no hiciste ningún amago de apartarla, si no que la seguiste sosteniendo suavemente.Y de pronto, todo se paró. Sacaste los colmillos de mi cuello, provocando así que el dolor se parara tan fácilmente como empezó. Mi respiración se fue normalizando poco a poco, hasta llegar a ser más sosegada de lo normal.Con un dedo recorriste parte de mi cuello, mojándolo en la sangre que empezaba a gotear de la herida para después lamerlo.Te volviste acercar a mi cara con una sonrisa en tu faz, hasta que tus labios casi tocaron mi oído.-Dulces sueños, princesa.Tu voz sonó dulce, insinuante, con un toque de diversión.Me acariciaste otra vez la mejilla, y tu mano me pareció más caliente que antes. Alzaste mi mano débilmente, depositando un suave beso en el dorso de ella para después apoyarla en la cama, soltándomela casi con pesadumbre.Te erguiste por completo, haciendo que la estrellas se volvieran a avergonzar de la luz, ahora mas clara, que parecía emanar de tu piel.Lentamente abrí los ojos, esforzándome por enfocar la vista. Una vestimenta completamente negra se confundía con la noche, y un cabello del mismo color hacían resaltar una pálida piel, junto con una mirada cristalina y una sonrisa levemente manchada de sangre, que se confundía con unos labios del mismo color, esa imagen me hizo estremecer y al instante se gravó en mi mente para no poder olvidarla jamás.Saltaste desde la ventana, alzándote al momento gracias a un par de alas de cristal.Y odio que me hagas sentir tan débil... detesto amarte, odio no poder condenarte... ¿cuando te cansaste de robar los sueños y empezaste a robar mis deseos?Ahora comprendo que junto con mi sangre te llevaste mi alma, encarcelándola en tus recuerdos.Y esta fría noche, mientras las lágrimas que una vez borraste vuelven a surgir para mojar mis mejillas, me pregunto cuando me convertí en prisionera de tus sueños, que una vez enterraste en mí a la vez que tus colmillos.La noche volvió a oprimir tu cuerpo, concibiéndolo casi indistinguible de la oscuridad que te embriagaba, haciendo destacar tan sólo la sangre que recubría tus labios.Con una última mirada desapareciste para siempre, mientras yo observaba impotente los reflejos de un par de cristales bajo la tenue luz de una luna de nívea piel.Y sé que desde que sobreviví cuando te llevaste mi vida, desde entonces te corresponden mi sueños, cada uno de mis pensamientos, todos mis anhelos, porque tu eres mi más ferviente deseo...Y sigo sin entender porque, pese a que casi te conviertes en mi verdugo, daría mi vida y mi sangre, por ver una vez más el frío rostro que embelesa mis quimeras.Quizá es porque te amo...